Se que tu tarea no es fácil,
se que tu mirada siempre
grácil
acepta jornadas poco halagadoras
y pesadas cargas nada
tentadoras,
para dar a tu hija un pequeño extra
para mostrar al mundo lo que cuesta
entregarse a un ser a cambio de nada
arriesgar su vida sin
consuelo, ni paga.
Recibir sutilezas no es tu prioridad,
más brindar amor es tu caridad.
El amor de madre es mi regalo,
que siempre me ha dado tu fino regazo.
Apoyo, confianza, ternura y aprecio,
son rasgos sinceros que no tienen precio,
son formas y medios de expresar tu desvelo,
noches inciertas y
lunas sin sueño.
Me embeleso al sentir que tendré por siempre
valiosos preceptos cultivados
en mi mente,
tus sabias palabras enterradas por defecto,
que sólo buscan
convertirme en un experto.
Mi férreo instinto se apegará a lo aprendido
y poco a poco asimila lo
expedido.
Tu tiempo, esfuerzo, audacia y entrega
Rendirán frutos, ¡es una
promesa!
Suplencias y suplentes no figuran para ti,
mi vida contempla sólo un lugar
sin fin.
Tu ejemplo, tu mirada, tu ceño fruncido
tu fuerza y certeza entre un cielo
perdido,
me asombran y respaldan, me guían y me cuidan,
mi destino
iluminan y mis acciones vigilan.
Tantos momentos de vivo aprendizaje,
tatuaron mi piel, sentaron mi
linaje,
me mostraron con cautela la ruta correcta,
me llevaron de la mano, concretaron mis metas,
motivaron mis sueños, enaltecieron mis
virtudes,
probando paciente exacerbaron aptitudes.
Me perturba pensar que insuficiente
para tantos recuerdos resultará mi
mente.
Entre mitos e historias de tiempos pasados
remitiré a gritar en un futuro
cercano,
Mamá: “Mi vida es vida
mientras siga siendo tu hija”.
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